sábado, 28 de marzo de 2015

Segundo día: el celo en Gredos.


Al día siguiente, ya no vi al gran macho abierto. Se debió mover bastante durante la noche, pero echando un vistazo con los prismáticos hacia el otro lado de la ladera veo un macho muy negro y con la cornamenta en forma de lira, la típica de esta subespecie. Acercándome a él veo que se trata de un notabilísimo ejemplar viejo, ronda los dieciséis años, y también pasa de los noventa centímetros. Se clava, apuntalao, oteando todo el panorama que tiene delante. Por momentos escarba en la nieve para conseguir comida, pues el manto blanco cubre la vegetación. 


Pronto se une a una piara. Van alrededor de treinta, contando hembras y machos. Entre ellos, cuatro de categoría, también con pelaje negro.


A veces, acosan a la misma hembra, pero no llegan a pelearse. Aquí, por cualquier sitio que se mire, se ven machos.


Dando vista a una barranquera, otro macho negro se acerca a una cabra que está tumbada. La olfatea, le saca la lengua, emitiendo el fino resoplido del celo. La atosiga, arrimándose por distintos sitios a ver si consigue levantarla.


Poco más arriba, asoma otro gran macho que viene del otro lado de la garganta. Se queda mirando a la piara, momento que aprovecho para hacer también algunas fotos.


Es mediodía y Roberto y yo decidimos comer un poco, con un bonito paisaje nevado con monteses enfrente de nosotros. Hoy es el último día y tenemos que acabar antes, pero comenzando la bajada veo cómo un grupo de machos y hembras están cerca de la carretera. Es muy posible que quieran cruzarla, y nos apresuramos en la bajada, siempre con cautela aunque cada vez había menos nieve. Llegamos en el momento justo en el que las monteses comenzaron a cruzar la carretera.



Y al lado, el río, momento que también aprovecho para fotografiarlas saltando. Fue un magnífico espectáculo, difícil de olvidar.

Ya nos estábamos pasando del tiempo. Salimos de la plataforma y más abajo nos vemos obligados a parar de nuevo. Otro gran macho, negro y viejo, pasta en una pradera cerca del río. Su gran cornamenta abierta también ronda los noventa centímetros. Fue el último regalo que nos hizo Gredos aquel día. 


Las fotografías en la Sierra de Gredos han sido realizadas con la autorización de la Junta de Castilla y León.

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