lunes, 7 de diciembre de 2015

Pelea de monteses en la Sierra de Gredos


Una vez más, la Sierra de Gredos y sus monteses vuelven a superar mis expectativas, otra vez en la época del celo. En esta ocasión, acompañado de tres amigos: Roberto Travesí, José M. Jimena y Juanma Marín. Fueron cuatro días intensos en los cuales vimos gran cantidad de machos encelaos cortejando a las hembras y tres peleas, algo que no siempre se consigue ver. Pero en esta ocasión sí tuvimos la gran suerte de fotografiarla y hacer un poco de vídeo de una de ellas.



Dos machos negros se están dando fuerte. Los golpes retumban en la garganta de Prao Puerto.

sábado, 28 de marzo de 2015

El gran macho de Gredos


Hacía ya mucho tiempo, casi veinte años de la última vez que estuve fotografiando las monteses en la Sierra de Gredos, y ya tenía ganas de volver. La época del celo fue la elegida. Es noviembre, y voy en compañía de mi amigo Roberto Travesí, granadino y gran experto en la fotografía de la cabra montés. Cayendo la tarde, llegamos al coqueto pueblecito de Hoyos del Espino. Nos hospedamos en el Hostal Alfonso. Después de acomodarnos, visitamos al guarda mayor de la vertiente norte, Carlos Chamorro. Como siempre, nos recibe muy amablemente. Intercambiamos opiniones sobre las monteses.

Al día siguiente, madrugamos. Son las seis de la mañana, desayunamos y nos preparamos para salir. ¡Qué fresquito hace, vaya, hay que quitar la escarcha hecha hielo que tiene la luna delantera! Ya sin más demora nos ponemos en camino, tomamos el desvío hacia la plataforma, con la suerte de que apenas hay placas de hielo en la carretera. Llegamos clareando el día. Poco antes, ya habíamos visto a un guarda en su tarea de vigilancia. Hay nieve en la sierra, y la temperatura es de -7ºC, pero con el viento en calma se hace más llevadera. Pronto avistamos en la ladera de la derecha a un grupo de machos y cabras, algunos se veían buenos ejemplares, resaltando su pelaje negro en la nieve. Nos acercamos con cuidado. Pronto me llama la atención un buen macho solitario, apuntalao, buscando cabras. Es un buen momento para hacer algunas fotos, con las primeras luces del día, pero ya muy cerca del grupo veo a un gran macho que destaca por encima de todos.


Es el más grande que yo haya visto de esta subespecie Victoriae, lo tengo tan cerca que puedo contarle los años con la ayuda de los prismáticos. Le cuento quince medrones, con muy buenas crecidas en los ocho primeros años. Su espectacular cornamenta es abierta, y pasa con creces los 90 centímetros de longitud. Me atrevería a decir cerca del metro. Tiene muy buen grosor en su base, y con un poco de desgaste en el cuerno izquierdo.


El macho de vez en cuando adopta posturas del celo detrás de las cabras. La persigue entre los piornos, que están cubiertos de nieve.


Por momentos, la niebla se rebaja, procuro no perderlos de vista. Tengo que comer algo, lo hago andando, sin quitarle ojo de encima.


Otros machos de la piara, también de espectaculares cornamentas, pasando de los 80 centímetros se me antojan pequeños al lado del gran macho abierto.


La tarde, al igual que la niebla, se va echando encima, y la visibilidad va escaseando. Aun así, suficiente para hacer las últimas fotos a las monteses entre la niebla.


He dedicado todo el día a observar y fotografiar al gran macho, sabiendo que esta oportunidad no se me volverá a presentar. Después de tanto tiempo sin aparecer por la Sierra de Gredos, veo que sigue siendo un paraíso para las monteses, con grandes machos, que siendo en terreno abierto, y sin ningún tipo de alimentación suplementaria, dan más valor a esta clase de trofeo, en gran parte gracias al buen hacer de una guardería responsable de su trabajo.


Las fotografías en la Sierra de Gredos han sido realizadas con la autorización de la Junta de Castilla y León.

Segundo día: el celo en Gredos.


Al día siguiente, ya no vi al gran macho abierto. Se debió mover bastante durante la noche, pero echando un vistazo con los prismáticos hacia el otro lado de la ladera veo un macho muy negro y con la cornamenta en forma de lira, la típica de esta subespecie. Acercándome a él veo que se trata de un notabilísimo ejemplar viejo, ronda los dieciséis años, y también pasa de los noventa centímetros. Se clava, apuntalao, oteando todo el panorama que tiene delante. Por momentos escarba en la nieve para conseguir comida, pues el manto blanco cubre la vegetación. 


Pronto se une a una piara. Van alrededor de treinta, contando hembras y machos. Entre ellos, cuatro de categoría, también con pelaje negro.


A veces, acosan a la misma hembra, pero no llegan a pelearse. Aquí, por cualquier sitio que se mire, se ven machos.


Dando vista a una barranquera, otro macho negro se acerca a una cabra que está tumbada. La olfatea, le saca la lengua, emitiendo el fino resoplido del celo. La atosiga, arrimándose por distintos sitios a ver si consigue levantarla.


Poco más arriba, asoma otro gran macho que viene del otro lado de la garganta. Se queda mirando a la piara, momento que aprovecho para hacer también algunas fotos.


Es mediodía y Roberto y yo decidimos comer un poco, con un bonito paisaje nevado con monteses enfrente de nosotros. Hoy es el último día y tenemos que acabar antes, pero comenzando la bajada veo cómo un grupo de machos y hembras están cerca de la carretera. Es muy posible que quieran cruzarla, y nos apresuramos en la bajada, siempre con cautela aunque cada vez había menos nieve. Llegamos en el momento justo en el que las monteses comenzaron a cruzar la carretera.



Y al lado, el río, momento que también aprovecho para fotografiarlas saltando. Fue un magnífico espectáculo, difícil de olvidar.

Ya nos estábamos pasando del tiempo. Salimos de la plataforma y más abajo nos vemos obligados a parar de nuevo. Otro gran macho, negro y viejo, pasta en una pradera cerca del río. Su gran cornamenta abierta también ronda los noventa centímetros. Fue el último regalo que nos hizo Gredos aquel día. 


Las fotografías en la Sierra de Gredos han sido realizadas con la autorización de la Junta de Castilla y León.

martes, 9 de septiembre de 2014

Pelea de macho montés y macho casero harropo


Una mañana de verano, estoy observando a un grupo de machos jóvenes en una ladera de la vertiente sur de la Sierra de Almijara. Están pastando tranquilamente, cuando observo a unos trescientos metros por las retamas algo blanco que se mueve. Cojo los prismáticos y veo que es un macho casero. Le acompaña una cabra. Yo me apalanco mejor, pues se van acercando a las monteses al tiempo que van pegando bocados. Ya están a pocos metros de las otras, por lo que decido sacar la cámara.


La presencia del macho casero parece perturbarlas, por lo que comienzan a pelearse, ante mi asombro. Se perseguían, se buscaban, ya con furia, como si fuese una pelea en época de celo. El macho casero era mocho, es decir, no tenía cuernos, pero se levantaba ganando la parte de arriba de la pendiente y dejándose caer con gran fuerza, buscando la cabeza del macho montés. Así, lo reboleaba hacia abajo.


Se alternaban, por lo que el macho casero también recibía de lo lindo, pero aguantaba bien los trompazos. Me acerqué un poco más a ellos, escurriéndome entre los espartos y bojes y aprovechando cómo los demás machos estaban distraídos, o quizás también sorprendidos por la pelea. Consigo colocarme a unos 30 metros, me resguardo por unos romeros y mi cámara no cesaba de disparar, hasta tuve tiempo de hacer algún vídeo, pues nunca había visto nada igual. Pienso que la pelea se originó al entrar las cabras caseras comiendo en las querencias de las monteses.


domingo, 5 de mayo de 2013

Chotillos monteses



Cabra montés con sus chotillos mellizos, en los Acantilados de Maro y Cerro Gordo. En este paraje, la mayoría de las crías nacen entre el 25 de abril y el 10 de mayo. El 20% de los partos son dobles.


En los acantilados de Cerro Gordo, las monteses y las gaviotas comparten tajos, sin que exista ningún problema entre ellas. En cambio, ambas se sienten molestas cuando están con sus crías, ya que en este caso, a la cabra montés le molesta que la gaviota se pose tan cerca teniendo a su chotillo recién nacido.